Tener las cosas bajo control está muy bien si lo que quieres conseguir depende exclusivamente de ti, pero ¿te has parado a pensar alguna vez que todo aquello que implica los sentimientos, emociones y actitudes de otras personas escapa de tu control?

 

 

Si bien es cierto que somos capaces de provocar cambios e influir en las otras personas en función de cómo hablamos, cómo nos comportamos… no siempre conseguimos ver aquellas reacciones que esperamos ni que las cosas salgan tal y como querríamos.

 

 

Tener entrenada la tolerancia a la frustración es importante, dejar un margen de maniobra por si surge algún imprevisto también, pero lo esencial y lo que nunca puede faltar es tener una buena dosis de autoestima para saber establecer los límites sobre aquello que nos afecta o no, teniendo claras de qué cosas podemos responsabilizarnos y de cuáles no. Y no se trata de convertirse en un/a “pasota” sino de aprender a establecer un equilibrio entre el esfuerzo, los resultados y la asunción de responsabilidades.

 

Algunos ejemplos

 

En una relación de pareja cuando las cosas no funcionan es necesario que hagas una reflexión y te preguntes “¿qué cosas he podido hacer yo para llegar a esta situación?” pero jamás sin perder de vista el papel que ha tenido la otra parte (recuerda que las relación no sólo es tuya sino que entra en juego otra persona). Así, si por ejemplo crees que te has equivocado en alguna cosa con tu pareja está en tu mano pedir perdón pero lo que ya no dependerá de ti es si tu compañero o compañera decide perdonarte.

 

 

Lo mismo sucede en un conflicto con otra persona, sea con una amistad o con un familiar.

Tú te puedes responsabilizar de tus palabras, de tu conducta y de todo aquello que pueda haber contribuido a llegar a la situación de tensión pero no de lo que pueda pensar la otra parte, de las ganas que tenga de solucionar el problema, de sus creencias, de su actitud…

 

Otras situaciones que nos pueden generar ansiedad porque no controlamos podrían ser: una prueba académica, un examen, el primer día de clase con nuevos compañeros y compañeras…

Está claro que el miedo a la incertidumbre y a aquello que nos es desconocido es natural pero si pensamos que son situaciones donde entran en juego muchos elementos, como son los pensamientos de los demás, la dificultad de la asignatura y del examen, el grado de exigencia del profesor o profesora, nuestro esfuerzo y las horas dedicadas al estudio, nuestro sentimiento de autoeficacia, las experiencias anteriores… tendremos que ser realistas y no exagerar nuestras expectativas en relación a los resultados de aquello que esperamos. De esta manera, deberemos tener en cuenta la asunción de la responsabilidad en el grado que nos corresponde y el peso de otros factores que no dependen de nosotros.

 

Y lo mismo sucede cuando tenemos una primera cita con alguien…

El éxito o fracaso de la experiencia no depende sólo de nosotros, ya que de lo único que podemos responsabilizarnos es de nuestros actos, de nuestros pensamientos, de nuestras palabras, pero no podemos cargarnos con aquello que el otro decida pensar de nosotros, de los sentimientos que le podamos despertar, de cómo interprete nuestra manera de expresarnos, de si le gustamos o no…

 

 

Hay personas que tienen una tendencia a la autoculpabilización, autoflagelación y catastrofismo exagerado cuando las cosas no les salen como esperan y les cuesta ver que no todo depende de ellas.

 


Así pues, es muy importante no perder jamás de vista que para vivir en equilibrio y no hiperresponsabilizarnos de cosas que no nos corresponden tenemos que tener bien presente este esquema en relación al control:

 

 

 

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