Muy pocas son las personas que no han pasado nunca por una ruptura de pareja.

Es evidente que cada historia de amor y de desamor es diferente y que el impacto que puede causar este hecho en la vida de cada persona puede ser muy distinto dependiendo de muchos factores: motivos de la ruptura, estilos de afrontamiento, experiencias previas, grado de implicación y vínculo con y en la pareja, si hay hijos o hijas en común, la estigmatización de la soltería cuando se alcanza cierta edad (como si no pudiéramos escoger como opción de vida vivir sin pareja).

Y es que cuando una pareja se rompe, la vida para las dos partes cambia; ya nada vuelve a ser igual… Los compromisos y los hábitos adquiridos con la otra persona, los planes trazados conjuntamente y nuestras expectativas de vida pueden sufrir una buena sacudida y dejarnos sin aliento, con cierta desorientación vital, e incluso con la sensación de que nos será imposible salir de esta situación.

Pero a pesar de todo, tras experimentar muchas emociones y pasar las fases del duelo, que cada persona puede vivir a su manera, después de transitar por el dolor (cada cual necesita sus tiempos), al final llegamos a aprender a aceptar la realidad de la pérdida.

No obstante es imprescindible que no bloqueemos las sensaciones y emociones desagradables y confusas (que incluso a veces nos dan miedo o nos cuestan reconocer) que acompañan el duelo con la finalidad de poder seguir el camino necesario para curar las heridas y ser capaces de abrirnos a una nueva oportunidad de vivir la vida (que será diferente a la de antes, pero continuará siendo nuestra vida).

Y no podemos esperar olvidarnos de la otra persona o hacer como si no hubiera existido, porque eso sería mentirnos intentando vivir una realidad paralela inexistente. Esa persona siempre formará parte de nuestra historia de vida pero acabará ocupando un lugar de nuestro corazón diferente al que ha ocupado mientras ha sido nuestra pareja.

Practicar la gratitud por los momentos vividos, por las experiencias compartidas, por los momentos de felicidad, por los recuerdos guardados… es un buen regalo que nos podemos hacer tanto a nosotros/as mismos/as com a esa persona que ha sido nuestra compañera de vida durante un tiempo.

Nada es eterno; todo está en continuo proceso de cambio; así que no nos queda otra opción más que la de exprimir al máximo cada experiencia y extraer de ella el mayor aprendizaje y emoción porque, al final, lo más importante es conseguir ir cargando la mochila personal de buenos recuerdos y sentir el orgullo y la satisfacción de estar en permanente construcción de la vida que queremos, permitiéndonos potenciar todo aquello que nos hace personas únicas e irrepetibles.

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