¿Qué es?

Es un periodo de adaptación que una persona puede necesitar cuando vuelve a la actividad habitual después de haber tenido vacaciones (bien sea volver al trabajo, a clase…).

No es un problema psicológico en si mismo, a pesar de que las molestias que se pueden derivar afectan al bienestar y calidad de vida de la persona, así como a su rendimiento.

Es transitorio, no permanente. No suele durar más allá de 2-3 semanas.  

Su afectación depende del estilo de vida de cada persona y está directamente relacionado con la ruptura de los hábitos y de los biorritmos (ciclos de descanso y actividad) que se producen durante los periodos de vacaciones y que suelen ser muy diferentes a los que tenemos cuando vamos a trabajar o a clase.

Hay algunos elementos que predisponen a experimentar este «síndrome«:

  • Vacaciones largas, agotadoras o durante la cuales no se descansa adecuadamente.
  • Adaptación insuficiente o problemas en el ámbito laboral, presentes incluso antes de las vacaciones. Falta de motivación laboral o por aquello a lo que nos dedicamos.

Las molestias que aparecen de manera habitual a causa de esta dificultad de adaptación son:

  • debilidad generalizada o cansancio
  • falta de energía y motivación
  • insomnio
  • bajo estado de ánimo o tristeza
  • falta de concentración
  • dificultad para tomar decisiones que puede afectar a la organización y gestión de la agenda, la realización de tareas pendientes…

¿Cómo podemos prevenir los efectos del “síndrome postvacacional”?

  • A medida que se acerca el final de las vacaciones, intentar habituarse progresivamente a la rutina habitual, por ejemplo con los horarios de sueño, puede favorecer que este cambio no resulte tan dramático.
  • Evitar volver de viaje justo el día anterior a empezar a trabajar.
  • Durante los primeros días de la vuelta a la rutina, darse permiso para ir adaptándose a la dinámica de trabajo o estudios poco a poco, sin forzar, programando objetivos sencillos y fácilmente alcanzables, teniendo en cuenta las prioridades reales y nuestro nivel de energía y humor (que seguramente irá cambiando a lo largo del día).
  • Cuidar el tiempo personal y mantener las aficiones y actividades placenteras durante el tiempo libre.
  • Aceptar las emociones que experimentemos sin juzgarlas, solamente observándolas y dejándolas fluir porque la tristeza, la rabia o cualquier otra emoción que aparezca pueden actuar como mecanismos que también ayudan a adaptarse a los cambios.

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