En Navidad también se puede ser “hater»
Navidad es la época del año en la cual tenemos más compromisos y reuniones con personas muy variadas. Muchas de estas situaciones vienen acompañadas de ansiedad, tristeza, angustia… y un sin fin de emociones que nos pueden desbordar.
La mayoría de nosotros, desde que nacemos, vivimos esta época del año según nuestra tradición familiar o cultura. Esto nos lleva a comportarnos de manera automatizada, haciendo lo que se espera de nosotros y asistiendo a todos aquellos compromisos a los que estamos invitados, donde sea o con quién sea, independientemente de nuestro estado de ánimo.
Por otro lado, desde la sociedad y los medios de comunicación, se nos vende la idea que esta época del año «es la más feliz», donde todos «volvemos a casa por Navidad» y nos reencontramos con nuestros seres queridos. No obstante, este mensaje, en muchas ocasiones, no concuerda con nuestro día a día, y quizás no encajamos con esta estructura de felicidad enlatada que nos plantean. El problema aparece cuando “no encajar” nos genera malestar.
Las emociones «negativas» son las menos soportables en esta época del año, y se nos hace cuesta arriba sentir tristeza, estar pasando por un duelo, o simplemente tener ansiedad o estrés por alguna cuestión cotidiana. Además, el hecho de no sentir esta felicidad esperada, nos puede hacer pensar que no somos normales o que algo falla en nosotros. Todo esto provoca que finalmente acabemos invalidando nuestras emociones, no les prestamos suficiente atención y que acabamos pensando que no son tan importantes.
La Navidad es un periodo de reencuentros familiares, que en ocasiones nos pueden ser incómodos, puesto que son espacios en los que se pueden generar conflictos o discusiones por cualquier tema. Nos encontramos con personas que vemos pocas veces en el año y desconocemos sus dificultades, problemas o estado de ánimo, del mismo modo que ellas desconocen los nuestros. Y si además, añadimos cierta predisposición nuestra y suya derivada de posibles situaciones anteriores de disputa, sumado a unas expectativas poco realistas respecto de quién somos, nos podemos encontrar un contexto que favorezca la aparición de conflictos y situaciones poco deseables.
Además, desde los medios de comunicación, se reproduce un tipo de estructura familiar muy específica, formada por una madre, un padre y los/las hijos/as. Todos blancos, heteros, cisgénero y de clase mediana alta y donde las relaciones paternofiliales son sanas y perfectas. Este mensaje nos hace creer que la única estructura válida y en la cual tendríamos que encajar es esta, sobre todo en Navidad, que es cuando más “se tiene que unir la familia”.
Actualmente las realidades han cambiado: puede haber familias monoparentales, familias con dos padres, o dos madres, familias sin hijos…, además de familias en las cuales hay diferentes culturas, tonos de piel, géneros, orientaciones sexuales y del deseo… y todas ellas, independientemente de su composición, son válidas y forman parte de la nueva norma social.
Todos estos aspectos influyen en unas vivencias del periodo de Navidad que, en muchas ocasiones, no responden a los patrones de felicidad establecidos. A pesar de todo lo descrito anteriormente, podemos tener presente algunas cosas sencillas para esquivar ciertos malestares, como las siguientes:
- Pasar tiempo con nosotros mismos/mismas, y escucharnos desde la empatía y el respeto para poder aceptar nuestros sentimientos y emociones con el objetivo de que podamos reconocer lo que necesitamos en cada momento.
- Dejar de lado ciertas reuniones; tener tiempo para nosotros mismos/mismas; ocupar el tiempo en aquello que realmente queremos, forma parte del autocuidado. Aunque estemos en Navidad y sea una creencia generalizada que es época de asistir a todos los compromisos a los que nos invitan, vengan de donde vengan, no tenemos por qué ir a todos.
- Diferenciar aquello que de verdad nos apetece hacer y nos aporta algo; de lo que en realidad es una imposición, no aporta nada y además nos puede generar malestar; y actuar en consecuencia.
- Y si decidimos asistir a alguna de estas reuniones aunque no tengamos ganas, ser conscientes de no tener expectativas de felicidad y armonía, y procurar vivir la experiencia con calma y buen humor.
Para acabar este post, querría aclarar que en todo momento hacemos referencia a situaciones o relaciones donde no tiene cabida ningún tipo de comportamiento abusivo o de maltrato.
Mucho ánimo y deseo que podáis pasar estas fiestas con tranquilidad y salud mental!