A raíz de las últimas desgracias acontecidas en nuestro alrededor: accidentes, incendios, crisis económica que expone a situaciones límite a tantas familias… me gustaría reflexionar sobre el valor de la vida.

Vida 1

En general, las personas entramos dentro de la espiral de vivir la rutina de cada día quejándonos por todo, rabios@s y malhumorad@s.

Se respira una atmósfera de malrollo, desde la que recibes “chispas” que a veces desconoces ni de dónde vienen ni tampoco conoces el motivo por el que te han dado, si es que lo hay.

Vas por la calle caminando, alguien tropieza contigo y nada más lejos de disculparse encima te miran mal o directamente te insultan (a mí me ha pasado y no una, sino varias veces).

Existe la tendencia de quejarnos de forma casi compulsiva, diría yo: de el calor en verabo, del frío en invierno, de nuestros hijos, de nuestra familia, del trabajo –quién lo tiene- , del no trabajo –quien desgraciadamente no lo tiene… y así hasta el infinito.

Cabe matizar que todas estas quejas son reales y no son exageraciones. Son fruto de las circunstancias particulares de cada uno de nosotr@s.

Y yo pienso y me planteo las siguientes preguntas:

¿Qué hacemos?
¿Qué valor estamos dando a nuestra vida?
¿És francamente buena esta actitud para nuestra salud mental?
¿Hasta dónde llegaremos?
¿Vale la pena?

Y mientras nos quejamos y nos estresamos por todo, hay personas a les que la vida ha situado en la otra parte menos bonita, la desagradable.

Vida 2

Les ha salpicado de lleno con la pérdida de su vida o la de alguna persona a la que quieren, o a su salud, o a su economía o a sus pertenencias.

Y es que es tan fina la línea divisoria entre estar en un lugar o en otro, que, en un segundo, la vida nos puede cambiar radicalmente en positivo o en negativo.

Nos olvidamos que también puede pasarnos y que sería interesante valorar y sentir gratitud por las cosas buenas que tenemos a muestro alrededor, que nos brinda la vida.

Me encantó una frase que encontré el otro día en internet (no he podido esclarecer todavía quién era su autor@ porque más de una persona se la atribuye). Dice así:

“ La gente espera toda la semana para que sea viernes,
todo el año para que llegue el verano y toda la vida para ser feliz.”

¿Realmente somos conscientes del valor de la vida?

Mi percepción es que, sólo cuando sucede una desgracia en nuestro alrededor, pensamos en la suerte que tenemos. Porque es cuando más vulnerables nos sentimos; pensando cómo estaríamos si nos hubiera sucedido a nosotr@s.

Unos días después del suceso olvidamos y seguimos como siempre con la misma dinámica y automatismo. Increíble, pero cierto.

No se trata de tener miedo a la vida y obsesionarnos con las cosas malas que nos pueden suceder. No es adaptativo y tampoco nos aporta nada.

Lo que sí podemos hacer

– valorar les cosas buenas que nos suceden cada día
– no privarnos de esas pequeñas cosas que nos gustan y sí se pueden hacer
– ir menos estresad@s
– sonreír más
– sentir gratitud por todo lo que tenemos en vez de centrarnos en lo que no tenemos
– ser más flexibles
– aprender a disfrutar más de les cosas
– dedicarnos tiempo
– invertir tiempo para estar con las personas con las que nos sentimos a gusto
– mimarnos más y mejor
– decir lo mucho que queremos a las personas que queremos (valga la redundancia) en vez de dar por supuesto que ya lo saben
– y un largo etcétera
Desde aquí, invito a toda la gente a vivir cada momento como si el mundo se acabara en dos horas, a exprimir los ratos, a devorar los instantes, a intentar ser felices, a querer a los queridos y a abrazar a vuestros padres, hijos, hermanos y amigos. La vida es un charco al sol…

De manera que yo me propongo y te propongo intentar quejarnos menos ; disfrutar y valorar más los pequeños grandes detalles que hacen que la vida a veces sea más agradable.

¿TE APUNTAS?

Esta bloguera necesita descansar y desconectar.
Nos vemos de nuevo en septiembre con más ganas, si cabe.
¡Salud!

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