“Empiezas a tener una edad”, “Se te va a pasar el arroz”, y otras frases similares, seguro que las has escuchado más de una vez. Quizás han ido dirigidas a ti o a alguien de tu entorno.

La intención de quien las pronuncia básicamente es una: hacer que el soltero o la soltera en cuestión espabile para encontrar una pareja, inicie una vida en común, se case, tenga hijos… Bueno, lo que se supone que es lo esperable en un contexto cultural y social como el nuestro, en el que tradicionalmente esto es lo que se ha visto como normal.

 

Contra corriente

 

De hecho, nuestra educación ha estado basada en un modelo así, pero la sociedad ha evolucionado muchísimo en las últimas décadas, y los tipos de familia, la manera en la que las personas decidimos hacer nuestra vida y relacionarnos o vincularnos con los demás ha cambiado.

Por este motivo, cuando escuchamos este tipo de comentarios nos tenemos que plantear que quizás el soltero o la soltera realmente no quiera tener una pareja; quizás es una elección personal voluntaria temporal o permanente.

 

Y yo me pregunto, ¿realmente nos hace falta tener una pareja para ser felices con nuestra vida? ¿ Hay que hacer aquello que se supone que tenemos que hacer para conseguir una vida plena?

Yo conozco a algunas personas que han decidido de forma voluntaria no tener una relación de pareja y hacer su vida en soledad, mujeres que han decidido no ser mares; otras que son madres solteras… Son personas que comparten su vida con otras que consideran importantes (familia, amigos y amigas, conocidos…) y que son felices y se sienten igual de satisfechas y completas que otras que tienen pareja, hijos…

 

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Lo que sí que es cierto es que algunas veces, hablando con ellas, te encuentras que se llegan a cuestionar su forma de vida, ya que se sienten diferentes porque siguen su camino fuera de la norma. Normalmente esto pasa cuando su entorno empieza a tener una vida estable, con pareja, amigos y amigas que se casan, algunos empiezan a tener hijos… Y en nuestras conversaciones comenzamos a divagar sobre qué es y qué no es lo correcto. No obstante, al final siempre llegamos a la misma conclusión: son dudas que surgen de ir a contra corriente de lo que está tradicionalmente aceptado.

 

Lo que parece estar claro es que esta realidad en la que vivimos nos fuerza en cierta manera a hacer aquello que  se cree que es lo que “toca” y, si no, nos sentimos extraños.

 

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¿Te has planteado alguna vez si aquello que se supone que se tiene que hacer porque es lo que toca realmente es lo que tú quieres hacer? ¿Son verdaderamente felices las personas que hacen aquello que se supone que se tiene que hacer?

 

Creemos que somos muy modernos, muy “progres”, pero al final la influencia de la sociedad acaba haciéndonos justificar y cuestionándonos a nosotros mismos cuando pensamos que no nos ajustamos a los cánones marcados.

 

Está claro que a todos y a todas nos gusta sentirnos queridos, valorados, y en conexión con el mundo que nos rodea, pero escogemos hacer aquello que realmente queremos o muchas de nuestras decisiones están impregnadas de condicionantes sociales?

 

Creo que es una cuestión sobre la que reflexionar.

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