Muchas veces he oído a personas que, desde una actitud pesimista, dicen que la vida es muy dura e injusta.

Si bien es cierto que tienen una parte de razón, la vida también ofrece muchísimas posibilidades  de disfrutar, de experimentar, de coleccionar experiencias, vivencias, recuerdos…

 

 

A pesar de ello, y aunque no debemos vivir pendientes de la desgracia, es cierto que habrá momentos en que las cosas no nos saldrán tal y como queremos o deseamos; momentos en los cuales perderemos personas y cosas que amamos y queremos; momentos tristes, e incluso de desesperanza.

 

Será en estos momentos cuando podamos experimentar muchos sentimientos.

 

La resignación puede ser uno, pero es importante que no se nos enquiste este tipo de emociones negativas. Si bien es natural y muy necesario poder experimentar estas sensaciones, es importante que nos dejemos fluir con la vida y que a poco a poco vayamos experimentando que nuestros sentimientos van cambiando hasta llegar a la aceptación real de la situación.

 

 

No obstante, cuando hablamos de aceptar no nos referimos a resignarnos, ya que en realidad son dos cosas bien diferentes.

 

Por una parte, la resignación tiene la capacidad de hacernos sufrir, ya que continuamos con la esperanza y el deseo de que la situación sea de otra manera y no como es en realidad. Muchas veces las personas que se sienten resignadas se quedan atrapadas en este sentimiento de resentimiento y amargura; se sienten víctimas impotentes con incapacidad de elegir, de buscar alternativas para cambiar la situación o actuar, pensando que esto es lo que hay, que esto es lo que les ha tocado vivir, que la vida es así…

 

 

En cambio, cuando hablamos de aceptación, asumimos la realidad, y a pesar de que nos guste, no pretendemos cambiarla porque somos conscientes de que no lo podemos hacer. La aceptación, nos proyecta hacia la acción y nos permite seguir adelante, buscando mejores opciones en otros caminos y posibilidades, en lugar de quedarnos bloqueados en el papel de víctimas. Podríamos decir que con la aceptación conseguimos “sobrevivir” a la situación, y podemos elegir la manera de vivirla; somos capaces de extraer un aprendizaje siendo conscientes que siempre tenemos la capacidad de redirigir nuestras vidas a pesar de les dificultades que se nos presenten.

 

Así, la recomendación está clara:

Las emociones que acompañan la resignación son funcionales en una primera fase después de un revés en la vida, pero no podemos permitirnos enquistarnos en esta fase y vivir eternamente quejándonos o en una posición de víctima de la vida. Una vez experimentada toda esta negatividad inicial, es necesario aprender a fluir con la vida, aceptando y asumiendo que no siempre todas las situaciones que tendremos que afrontar serán tal y como queremos, pero sin olvidarnos que siempre vamos a tener la capacidad de buscar soluciones y encontrar nuevas opciones para seguir adelante en la vida.

 

 

 

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