Tener amistades es un buen regalo de la vida.

Son personas significativas con quien compartes tiempo, espacios, aficiones, momentos importantes de la vida… De alguna manera son pilares emocionales esenciales que aportan bienestar en muchos sentidos: personal, social, psicológico…

Habitualmente el apoyo y ayuda mutua forma parte del compromiso de amistad, pero ¿qué sucede cuando detectamos que quien se supone que es amigo o amiga empieza a mostrar comportamientos que no nos acaban de hacer sentir bien?

Está bien que las amistades nos adviertan algunos posibles peligros o riesgos que nosotros/as no vemos en determinadas situaciones, pero nunca podemos olvidar que quien tiene el timón de los caminos que elegimos en la vida somos nosotros/as mismos/as.

Así, escuchar opiniones constructivas está muy bien antes de tomar decisiones o iniciar procesos de cambio, pero es cierto que hay personas que, bien por envidia, por egoísmo de querer tenerte cerca o simplemente porque les gusta mantener la sensación de control de todo lo que ocurre a tu alrededor, actúan de manera poco respetuosa, limitando tu libertad y atacando de manera directa tu autoestima o valía personal.

La toxicitat que se puede llegar a desarrollar en algunas relaciones de amistad puede resultar muy perjudicial y es necesario mantener los ojos bien abiertos ante cualquier síntoma.

Pero, ¿cuáles son estas señales de toxicidad?

Pues la verdad es que hay muchas, pero algunas de las consideraciones básicas serían:

– La invasión de tu vida privada y de tu intimidad. Cada persona decide qué contar y en qué momento contarlo. Exigir querer saberlo todo de la otra persona con la excusa que la amistad es no tener secretos es un grave error y refleja una marcada inseguredad personal de quien lo impone, además de una falta de confianza en el vínculo establecido.

Faltas de respeto: algunas personas confunden la confianza con poder dar opiniones ofensivas y que duelen. La sinceridad sin filtros, aquella que puede llegar a ser enfermiza y que contiene una alta dosis de egoísmo justificado en la falsa creencia de estar en posesión de la verdad absoluta, no es sinónimo ni de amistad ni de asertividad. “Vive y deja vivir” es una premisa básica para el buen funcionamiento de las relaciones humanas.

Molestarse cuando no se hacen las cosas como le gustarían: Y es que, en una amistad, hay implicadas dos personas (o más) y, a pesar de que tengan aspectos en común, son dos miembros con diferente personalidad, con diferente historia de vida… Cada persona necesita sus tiempos para procesar, para compartir, para tomar decisiones… y exigir o forzar a que el/la otro/a vaya al ritmo que a nosotros/as nos gustaría o que actúe como nosotros/as haríamos o así como desearíamos tampoco es signo de madurez emocional, sino más bien de una falta importante de empatía, y denota, además, un cierto cariz de egocentrismo anteponiendo las necesidades propias a las de los/las demás.

No pedir disculpas: está claro que los desacuerdos existen en cualquier relación humana y es responsabilidad de las partes saber gestionar los conflictos, llegar a acuerdos… Lo que no se puede permitir es el mantenimiento del binomio dominación-sumisión en el que siempre es una parte la que sale beneficiada o se muestra en posición de superioridad, inflexible respecto la postura de la otra y, por tanto, es incapaz de pedir disculpas y de entender que se puede haber equivocado en sus formas y maneras de expresarse y/o comportarse, ya que su verdad no es la única posible en el mundo.

– No tolerar los cambios: asumir que las personas se transforman y que se tienen que aceptar cons sus cambios. Una buena amistad acompaña en estos tipos de procesos y entiende que el vínculo no es algo estático sino que, como cualquier relación humana, se transforma con el paso del tiempo.

– Exigir exclusividad: es cierto que con un amigo o amiga puedes compartir otras amistades pero no hay ninguna obligación de que aquella persona esté presente en todos tus contextos y círculos sociales. Alerta con reproches, comparaciones o comentarios inadecuados que te pueda hacer hacia otras personas con quien mantienes vínculos y que también son importantes para ti, ya que la celosía puede ser otro comportamiento que puede presentar una persona tóxica. 

En definitiva, si sospechas que tienes cerca una amistad tóxica, lo mejor que puedes hacer es marcar límites y, si éstos no son respetados, no quedará más remedio que iniciar un distanciamiento, ya que la amistad debe ser una funte de bienestar y salud, y en ningún caso provocar «dolores de cabeza» innecesarios.

Y recuerda:

Potenciar la autonomía, hacer la vida más fácil y reforzar la autoestima de las personas que nos rodean, realmente es lo que hace nutritivas las relaciones de amistad. ¡Aleja todo aquello que no te haga bien!

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